lunes, 22 de marzo de 2010

LA PROSTITUCIÓN ES ECLAVITUD. SU ABOLICIÓN, REVOLUCIÓN.

Hace poco he podido contemplar el cortometraje “Miente”, de mi paisana Isabel de Ocampo. Cuenta con varios galardones, y la verdad es que se los merece. “Miente” ofrece un relato realista y sin contemplaciones ni paños calientes sobre un tema tan controvertido como la prostitución. Un tema, dicho sea de paso, sobre el que llevo ya un tiempo considerable razonando. Reconozco que el hecho de que Isa, mi pareja, trabaje en una organización que se declara abolicionista ha influido en estas reflexiones. Pero oye, yo soy yo y mis circunstancias.
La izquierda europea, entendida en sentido amplio, la ciudadanía de izquierda, lleva más de veinte años con una empanada ideológica motivada por la asunción de valores postmodernistas que le ha llevado a una deriva ideológica cuanto menos preocupante. Dicha deriva se plasma en posicionamientos cargados de análisis sesgados y carentes de una metodología dialéctica, obviando el factor de clase.
Para analizar el fenómeno de la prostitución con rigor, es necesario huir de posiciones que lo consideran un trabajo como otro cualquiera y que crean mitos sobre la voluntariedad de las personas que ejercen el mal llamado “oficio más antiguo del mundo”, establecidos en torno a un aspecto tan minoritario como la denominada “prostitución de lujo”.
Un dato explica este argumento de manera lapidaria: El 90% de los casos de prostitución están directamente relacionados con la trata de personas con fines de explotación sexual, ejercida por mafias que engañan a mujeres prometiéndoles un empleo para después extorsionarlas mediante amenazas familiares y la contracción de una deuda en concepto de “gastos de viaje”. Cuando llegan a su destino, las mujeres son obligadas a ejercer la prostitución en clubes, pisos o en la calle, sometidas a un férreo control por parte de sus captores. Las mujeres que trabajan en clubes ni siquiera pueden salir y, en muchas ocasiones, no saben en que parte de España están.
En el 10% de los casos que se escapan de la trata, hay que analizar la situación de exclusión social que padecen las mujeres que se prostituyen (carencia total de recursos socio-económicos, situación de vulnerabilidad social, cargas familiares, desigualdad, etc)
La prostitución cuenta con una oferta mayoritariamente esclavista y con una demanda sustentada en el patriarcado, la dominación y sumisión del género femenino al masculino. Los demandantes de prostitución, tanto femenina como masculina, son eminentemente hombres. Además, los clientes justifican su actitud en construcciones sociales basadas en arquetipos del estilo “el hombre tiene unos instintos que tiene que saciar” y cuando son preguntados por el tema, recurren al mito de la voluntariedad para evitar planteamientos éticos. En mi opinión, un verdadero hombre, un ser humano pleno, es aquel que no necesita pagar para mantener relaciones sexuales, si no que sabe jugar con mestría sus cartas en el juego de la seducción.
Podemos considerar la prostitución como explotación de género, y también de clase. Las personas que se prostituyen lo hacen obligadas por la necesidad de subsistencia en un mundo capitalista. Un mundo que considera la sexualidad como una materia más que se puede comprar y vender, algo a lo que se puede poner un precio.
Si revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado, el verdadero planteamiento revolucionario con respecto a la prostitución es la abolición. La regulación, promovida por países tan capitalistas como Holanda, equivale a asumir la lógica burguesa de lavar la conciencia en lugar de atajar los problemas sociales de raíz. El abolicionismo conlleva la toma de medidas en el corto y medio plazo, como la sanción económica a los clientes, la creación de alternativas para las mujeres prostituidas y acabar con la permisividad de clubes y pisos. Son necesarias también medidas a largo plazo, como la concienciación de la sociedad al respecto o la firma, por parte de los medios de comunicación, de un código ético que evite contenidos que reflejen una visión sesgada, irreal y, en ocasiones hasta glamurosa, de la prostitución.

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